El colegio bilingüe Montearagón ha celebrado uno de sus más emotivos actos del curso escolar. Cada uno de los veintinueve alumnos de 1º de Primaria, ‘los pequeños’, ha recibido el ‘testigo’ de manos de un alumno de 2º de Bachillerato, ‘los mayores’: el banderín oficial del colegio a modo de relevo generacional y testigo de la vitalidad del colegio Montearagón.
Con poco más de un mes en el colegio, ‘los pequeños’ de Montearagón asistían a su primer acto oficial. “Estamos un poco nerviosos” -reconocían al ocupar por primera vez el atril del salón de actos abarrotado para la ocasión-.
Un gran momento para los recién llegados a Montearagón
Cada asistente alberga una emoción particular al asistir a la esperada entrega de Banderines. Para unos, disfrutar del enorme campo de fútbol y del “recreo más chulo del mundo” es un sueño hecho realidad –reconocían ‘los pequeños’–.
Para ‘los mayores’, el acto supone un momento de reflexión y volver la vista atrás. “Nos dais cierta envidia –confesaban–: ¡La cantidad de buenos momentos que os esperan!”.
Y nadie mejor que estos jóvenes con un pie en el colegio y otro en la universidad para ofrecer el consejo de la experiencia. Porque sí, el recreo es lo mejor del mundo, “Pero lo más importante de nuestro colegio está en su interior”.
Y con cierta emoción al reconocer “lo mucho que han significado todo este tiempo en nuestras vidas”, no quisieron pasar la ocasión de mencionar y agradecer al colegio por los profesores y resto de personal, los compañeros de pupitre, el oratorio, etc.
¿Preparados para empezar a navegar?
En el colegio de Fomento Montearagón nos gusta mucho la imagen del barco: la tripulación como equipo o las velas, timón y mapa de navegación como herramientas. Y siempre, lo primero en la intención, pero lo último en la ejecución: el horizonte al que nos dirigimos. No faltó esta imagen en el acto del pasado 20 de octubre. Así, mientras ‘los mayores’ interpelaban a sus pequeños compañeros al final de su intervención con un expresivo ¿Preparados para empezar a navegar?, éstos respondían al unísono con un claro ¡Sí! Y es que –continuaban sus portavoces con seguridad– ¡Este viaje merece mucho la pena!